jueves, 25 de mayo de 2017

"El mismo río", de Jorge Castro Vega

Un libro que se lee de un tirón, como un flash poético, pero no con violencia, sino como una aguja delicada de versos que van hilando e ilando los poemas que conforman “El mismo río” de Jorge Castro Vega”. Y si bien, como digo, es un libro que me devoré en un viaje interdepartamental, ya a los pocos minutos necesité releerlo. Es que esas suaves cachetadas provocan un pensamiento similar a la necesidad de comprobar si uno leyó bien, porque la sensualidad de cada uno de los textos es tan placentera como compleja, y vuelvo al tópico manido de la complejidad de lo simple, pequeños retazos de un libro que en su forma de decir, en su sonoridad de flauta traversa en lo oscuro, esconden justamente eso, una posibilidad de misterio producto de un lápiz en mano de alguien que sabe cómo, qué y por qué se dice. Esta última obra de Castro Vega es el reconfortante encuentro con uno de esos poetas que han cuidado mucho los centímetros a los que decidieron ponerle lengua. Siguiendo con mis (no tan) caprichosas alegorías musicales, aquí no suena un acorde de guitarra, aquí suena una sola nota, pero bien vestida.
El libro, dividido en varias partes, con citas que marcan momentos, temas y tonos, y que van desde Ángel González a Ezra Pound, tiene un mirarse adentro de intimidad que, sin embargo, no es un mirarse el ombligo, es un mirar a los oros, en los sonidos que uno guarda. Qué pinchacito placentero dan estos poemas breves, que tranquilidad ésta de ese mismo río. Hay que meterse al río que versea Jorge Castro Vega, está tibio, mansito y refresca los huesos musicales de cada uno.  

"El mismo río", de Jorge Castro Vega. Ed. Yaugurú 2017