domingo, 9 de abril de 2017

"Adiós a los árboles de Coal Creek", de Santiago Pereira

Un libro que se ve como un VHS. Una película de los 90'. Un primer disco compacto allá por el 92. Uno de los últimos cassettes que pusimos a rebobinar para escuchar una voz poética, anglófila, bella, que nos habló de un paisaje al norte, que nos contó una historia de cómo una década parió personajes, poetas, notas, una cierta belleza de nuestros diez o doce años. Así leí el libro "Adiós a los árboles de Coal Creek" de Santiago Pereira.
Una poética que evoca la voz de los árboles de Coal Creek, de donde salen los fantasmas de un lugar, de una época, de gente que ha vivido con nosotros desde su lejanía. El libro, a modo de epígrafes en cada poema, nos pone como hilo narrativo, los pasos de Demri, una minita on the road, que tras haber oído el disco de su novio, se larga a caminar entre los versos que el autor dibuja con admirable belleza, prolijidad, justeza. Demri atraviesa una ruta con imágenes frías, como en un film yanqui; los poemas la calientan, la alocan, la entristecen, porque las letras, como un bosque de árboles secos y helados, están allí firmes, goteando versos, historias en compacts copiados, lágrimas bellas de una era que murió, un long play que se terminó, un cassette de cinta enredada y anudada para siempre.
"Adiós a los árboles de Coal Creek" es una bella ceremonia que entierra una era, que nos entierra a algunos, y que deja un tallo verde para algo que viene, las palabras, como canciones, matan y dan vida, se despiden y emprenden un nuevo viaje. Aparecerá otra era, otros versos, otras ramas con letras.

"Adiós a los árboles de Coal Creek", de Santiago Pereira. Ed. Yaugurú. 2016.