Periodista, escritor, conductor y productor de TV. Hace poco reseñábamos de forma antojadiza su novela "Los ojos de una ciudad china" (editada por HUM en 2016), un texto armado a manera de multivoces o multivisiones, que nos cuentan los avatares de una serie de personajes que confluyen en Shangai, una ciudad admirable y temible que crece a gritos. Entre el pasado y el futuro, entre las situaciones enredadas de europeos, sudacas y orientales, la novela se abre paso con una prosa cuidada y adictiva.
Con poesìa, mucho teatro (ya es mentada la dupla Peveroni - Dodera), y con tres novelas anteriores ("La cura", "El exilio según Nicolás" y "Tobogán blanco") en su haber, el autor logra con su último trabajo un despegue de la narrativa anterior, aunque siguiendo ciertas líneas experimentales como jugar con supuestos textos de César Aira, o la presencia de Bowie como un fantasma inevitable de una era "pop". Un licuado de la posibilidad de ficción y de la técnica narrativa hacen de "Los ojos de una ciudad china". A propósito de la novela y otras yerbas, le hacemos algunas preguntas a Gabriel Peveroni.
1) ¿Por
qué, desde su inicio en forma de obra de teatro, se te ocurrió Shangai como
escenario?
De algún modo, todo empezó -lo de Shanghai-
por la necesidad de elegir un lugar para continuar la serie Groenlandia-Berlín,
obras teatrales que escribí y dirigió María Dodera y que comparten un cierto
lenguaje poético y búsquedas estéticas. Groenlandia tiene su origen en cierta
metáfora adolescente referida a Uruguay, por el frío, por el mismo huso
horario. Y lo de Berlín ya era más complicado: alguna vez había escrito algún
verso referido a Berlín, acaso por el muro, o por resonancias que pueden ir
hasta un verso perdido de Fito Páez, de la canción "Lejos en Berlín",
de la época que Fito estaba incendiado de Bukowski y Prince. En su momento me
divirtió escribir sobre un lugar al que no había ido, pero del que se podía
compartir incluso nostalgia, un lugar muy pesado para los que vivimos la
segunda mitad del siglo XX habituados a que hubiera dos mundos... Aquella obra,
que la hicimos en el Goethe y algunos la vieron como posdramática, transcurría
en un aeropuerto, en tránsito, en viaje a
Berlín. Y al momento de elegir Shanghai no hubo muchas dudas: quería
salir de Occidente, había una referencia a una novela que había leído de la
drag-queen Miss Shangay Lily, pero sobre todo algo que me había comentado sobre
Shanghai un uruguayo que vivía allá, un surfista de los 70 que soñaba con ir a
Hawaii y la aventura de su vida lo llevó a vivir en Francia, en Canadá, en Bali
y en determinado momento, cuando cumplió cincuenta años, se propuso vivir en un
sitio con la "máxima dificultad", esas fueron sus palabras, y ese lugar
era Shanghai. De algún modo, para mí significaba escribir una obra con una
fuerte dificultad... y como me aterró un poco, o más bien no quise continuar el
camino más corto, o sea continuar el lenguaje y personajes de Groenlandia y
Berlín, pasó algo curioso y que me abrió otros caminos: decidí escribir una
novela para probar personajes y luego llevarlos a otro plan de dramaturgia. Ese
es el inicio de "Los ojos de una ciudad china", que en realidad es
parte de un proyecto narrativo que fui haciendo sobre la marcha, que empezó en
el 2010 y todavía no está terminado, y cuya primera etapa es esta.
2) ¿Cómo
fue el proceso de construcción de personajes? ¿Por qué la elección de cada uno?
Hay por lo menos tres grupos de personajes
en "Los ojos de una ciudad china". Un primer grupo nuclea a los que
están ligados al documental que está haciendo un equipo de televisión española
en Shanghai, y esos vienen del anclaje que decidí hacer en esa ciudad china y
en posibles personajes para poder empezar a escribir. No podía hacer una novela
con personajes chinos, por ejemplo. Por eso elegí una serie de personajes
hispanoparlantes, los que -de alguna manera- adoptaron algunas características
que tomé de mi experiencia como productor periodístico en el programa Ir y
Volver de Tevé Ciudad, dedicado a historias de emigrantes uruguayos. Así fueron
apareciendo Igor y Brian (los que van a filmar a Shanghai) y una serie de
personajes que ellos, y yo también mientras escribía, fuimos conociendo: el
chileno Arturo Ledesma y su familia, por ejemplo, que es uno de los centrales.
Hay otro grupo de personajes que tiene que ver con China, directamente, y son
pocos, lo que los hace manejables: Xiaomei, su nieta Alaia, el japonés Akira y
en ese grupo incluyo a Ziggy. Después hay otro grupo en el que pondría a los
que vienen de otros lados, que tienen una prehistoria, o algo similar. Me
refiero a Melina y a Joy, que aparecían en Groenlandia y en Berlín, aunque no
sean exactamente los mismos. Y también agregaría en ese grupo a los
"literarios", como Cesar Aira, a la investigadora de su obra
Charlotte Tzara o a personajes de otras ficciones como María Zauber o el grupo
de rock Los Suicidas. Hay otros personajes que no aparecen en "Los ojos de
una ciudad china" pero que son centrales en la historia que se desarrolla
en libros posteriores, pero eso lo dejo para más adelante. Lo que sí, al ir
pensando los personajes, en una primera instancia, como materia prima o
borradores de una futura obra teatral llamada Shanghai, traté de desarrollarlos
con bastante precisión y cuidado, me detuve en ellos, probé escribir desde sus
sensibilidades, que es un poco como se trabaja la dramaturgia de actor antes de
ir a la escena.
3) La
novela está escrita en diferentes registros, ¿es un modo de “escapar” de la
narrativa tradicional?
La única intencionalidad previa, que podría
señalarse como no tradicional, fue la de escribir una novela fuera impublicable
desde un punto de vista práctico. Me plantee una meta de dos millones de
caracteres, al pensar una estructura de 365 puntos de vista, cada uno por cada
día del año, de diferentes personajes, a lo largo de doce meses de diferentes
años, no precisamente consecutivos. Si cada fragmento lo empecé trabajando en
unos 3500 caracteres y después se me iban a 5000, el grado de obsesión y de
locura era bastante alto, sobre todo si no quería perderme, naufragar, que de
hecho fue lo que pasó cuando llegué al mes de julio, que es hasta donde llegué,
aunque tengo terminados un par de meses posteriores. Ese vendría a ser el magma
central del proyecto... y "Los ojos de una ciudad china" recoge
solamente los tres primeros meses... enero, febrero y marzo, luego reeditados
para que la estructura fuera más adecuada para el lector, para quitarle las
costuras de hacerlo en la sucesión que utilicé en la escritura... Cada punto de
vista no implica diferentes registros, o sí, porque se empezaron a sumar, por
ejemplo, páginas de libros atribuidos a Cesar Aira, por ejemplo, que es uno de
los mecanismos que se me ocurrieron para en primer caso divertirme y luego se
volvieron esenciales al libro, porque de alguna manera hay un juego de la
ficción incidiendo en lo real, por ejemplo que el personaje de un libro de Aira
sea imitado por otro personaje en otro plano de la ficción. Así todo se va
transformando en un juego de cajas, que muchas veces no se acomodan una dentro
de otra, e incluso e intersectan. O sea, los puntos de vista, por ejemplo,
suelen ser contradictorios en lo real, y eso se lleva a la novela, en la que
hay cosas que se relatan de diferentes maneras según sean vistas por un
personaje o en distintos tiempos.
4) ¿Podríamos
hablar de una novela Pop? ¿Por qué?
No soy la persona adecuada para etiquetar a
la novela. Sé que hay quienes la señalan como una novela pop, que no sé bien lo
que quiere decir, pero seguramente tenga que ver con la urgencia, con ser muy
contemporánea, con utilizar elementos de la cultura pop, o bien por el hecho de
cruzar reflexiones o debates muy actuales como el problema de las ciudades (la
gentrificación, por ejemplo) o de la sobredosis de información o la posibilidad
de la clonación. Hay algún lector que la ha colocado entre una novela de Gibson
y una de Ray Loriga, otros la han leído con cierta cercanía a "Los
detectives salvajes" de Bolaño en la estructura, otros la ven como una novela
latinoamericana del presente... Qué se yo. Lo que sí intenté es algo que ya
estaba presente en "La cura", mi primera novela, y es que si bien la
estructura o el tema pueden llegar a ser complejos, las unidades de texto son
absolutamente livianas y fáciles de leer. Ahí también capaz que hay un
acercamiento al pop. Es una novela que siento luminosa desde su escritura y
siento, por la respuesta de algunos lectores, que se torna un poco angustiante,
o exasperada, no sé cuál término sería el correcto, porque yo, cuando la leí
completa el año pasado, antes de publicarla, simplemente me divertí mucho y me
reí de cosas que no me acordaba que había escrito.
5) ¿Qué
registros de la narrativa latinoamericana actual te interesan hoy?
Indudablemente siento muy actual, por
cierto, a autores de generaciones anteriores como Bolaño, Aira, Bellatin, Noll
(un brasileño que me fascina, con una tensión beckettiana increíble) y por
supuesto el maestro Levrero. Ellos son mis autores favoritos en cuanto a
capacidad de ficcionar, a experimentos en el lenguaje, en muchas cosas que no
puedo detallar ahora. Pero en cuanto a cercanía más generacional, tengo que
sumar a otros dos, que son además muy buenos amigos: el español Fernández Mallo
y el chileno Fuguet, ambos por diferentes motivos. Digamos que Fernández Mallo
podría inscribirse en la lista anterior, pero lo dejo afuera porque su
novelística, que viene extrañamente de la poesía, está aún en construcción y
espero con mucha atención cada uno de sus nuevos libros. Fuguet está en otra
dimensión. Él es un gran escritor de un palo más tradicional, que juega su
partido entre lo real y la ficción, en una narrativa urbana más real, más
noventera, más pop. Escribió una de las mejores novelas de este siglo en
nuestra lengua, que se llama "Missing" y que debería encabezar la
lista de experimentos de autoficción. Y ahora acaba de sacar "Pudor",
que está en otra categoría. Fuguet escribe como Easton Ellis, está despegado.
Pero después, y por suerte, aparecen continuamente grandes sorpresas, como los
libracos de otro chileno, Héctor Hernández Montecinos, por ejemplo, un poeta
salvaje y torrencial que admiro y que sigue la línea de Zurita.
6) ¿Y
de la uruguaya?
Uruguay está en un gran momento, un momento
muy fermental. Me interesan cosas muy dispares, desde los tortuosos cuentos de
Kanopa al delirio marginal de Lasalt, hasta la poética libertina de tipos como
Hoski. Leo mucho de lo que se produce en Uruguay y coincido con lo que ha
señalado Hamed de que las nuevas generaciones tienen una producción mucho más
interesante que la de generaciones anteriores. Y anoto, por supuesto, a
Bentancor, a Mella, a Mardero, a Trías, y a tantos otros en esa bolsa. Eso sí,
no hay que perder de vista a autores cuyas producciones siguen siendo
imprescindibles, como Luis Pereira en poesía, Roberto Apratto y Horacio Verzi
en narrativa, por nombrar solamente a algunos que no paran de publicar muy
buenos libros. Eso sí, si me preguntás por "registros" actuales,
siento una enorme empatía con Ramiro Sanchiz, especialmente con su novela
"El gato y la entropía", que es uno de los libros uruguayos que más
disfruté en los últimos años. Creo que, en narrativa, tanto Sanchiz como Kanopa
son los dos grandes nombres de las nuevas generaciones.
7) Pensando
en “Las arañas de marte” de Espinosa, en alguna narrativa argentina actual ¿por
qué la figura de Bowie se ha vuelto tan fascinante para algunos escritores?
Por supuesto que es una referencia esa
novela de Espinosa en lo relativo a ese virus Bowie que anda en la vuelta, pero
el flash lo tuve cuando me choqué con "El gato y la entropía", porque
Sanchiz es el principal fan de Bowie, es un erudito, y en esa novela, mejor que
en ninguna, se respira lo esencial de Bowie, que no es sencillamente lo
musical, obviamente, ni él como personaje, que tampoco importa tanto, sino la
dimensión que él provoca en los demás de poder abrir portales a otros mundos y
territorios sensibles. Sanchiz opera desde una ciencia ficción glam y hace,
podría llamarse así, una muy disfrutable y adictiva fan fiction de Bowie. En mi
caso, tomo a Ziggy, y la posible teoría de que Ziggy vive en Shanghai y que
David podría ser el medio hermano de Xiaomei, para hacer en "Los ojos de
una ciudad china" otra fan fiction. Creo que, más allá de matices, varios
de los que trabajan desde Bowie, lo que estamos haciendo son fan fictions. Es,
por cierto, un fenómeno interesante. ¿Por qué Bowie? Porque es uno de los tipos
más influyentes en la cultura pop. Y porque cualquier humano que lo vea
cantando "Starman", en la grabación de Top of The Tops, tiene que rendirse ante él.
Es el más grande. Es un extraterrestre. Es el punto exacto de la androginia. Es
el punto más alto y sexual del rock and roll. ¿Alcanza con esto?
8) ¿Qué
novela viene?
Vienen muchas. Porque "Los ojos de una
ciudad china" es la primera de una serie y porque es un punto de inflexión
respecto a las anteriores novelas que publiqué. Esta novela me abrió otra forma
de entender y disfrutar la literatura y espero que esto continúe. Yendo a lo
concreto, vienen por lo menos dos más que están relacionadas con este mismo
proyecto. Y tengo a mitad de camino una novela en la que tomo como personaje
principal a Ana Blankleider, la actriz que hizo de novia de Bukowski en
"Cervezas y navajas", una obra que hicimos en el año 1991 en Juntacadáveres.
Es un homenaje a Ana, es una investigación personal sobre ella y sobre una
época y todo deriva obviamente en mí, por lo que me fui voluntariamente a la
autoficción... culpa de devorarme todos los libros de Carrere y ahora sigo con
el noruego, con Ferrante y con esa joya que te mencioné antes de Fuguet o el
bien cercano librazo que se mandó Daniel Mella. Bueno, me metí en ese pantano y
voy a ver cómo salgo, o bien qué libro termina saliendo de allí. No es fácil.
9) ¿Qué
le falta a la literatura actual en nuestro país?
Esa
respuesta te la debo. Pero una de las cosas que puede que falten es ambición, o
bien lanzarse al vacío. Y en ese sentido, tengo la mayor admiración y respeto
por Carlos Reherman, por ejemplo, que se mandó esa gran novela llamada
"Dodecamerón". Tengo una deuda con él, porque cuando la leí sentí
algo similar a "qué bueno que un uruguayo, alguien a quien conozca, pueda
mandarse esta desmesura, esta cosa excesiva", que por cierto disfruté
mucho leyéndola. Y fue, nobleza obliga, uno de los disparadores para largarme a
escribir el proyecto Shanghai, a meterme en una ciudad a la que nunca visité
pero que conozco en muchos de sus íntimos detalles. Todavía no fui a Shanghai,
pero tengo la sensación de que me pasará algo similar a lo que me pasó con
Berlín, que me pareció la mejor ciudad del planeta y sentí que no le había
errado en nada cuando la utilicé como musa de una obra de teatro. Una obra que
además tenía una canción muy especial, de mi amigo Maxi Angelieri... que dicho
sea de paso fue el segundo lector de "Los ojos de una ciudad china".
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