Marcela Matta nos
tira sobre la mesa, a través de la Editorial Yaugurú su primer
libro de poemas. De inmediato, al abrirlo uno se encuentra con una
serie de versos contundentes, femeninos, sensualmente dolorosos, que
marcan el tono de lo que será el resto del camino a través de sus
letras. Al leer ese primer poema titulado “La Muñeca” uno se cae
de la primera página con esta sentencia: “vos sabés,/ que me
rompiste”, así nos encontramos con la voz poética del libro.
Dueña de una
justeza envidiable y necesaria, Matta nos propone un poemario formado
por textos cortos pero severos, inocentemente destructivos,
filosamente íntimos. Así, entonces el lector podrá despojarse de
la necesidad de soportar extensísimas y superfluas reflexiones
poéticas que llevan a una imagen trillada. “Muñeca” propone
imágenes cotidianas, sí, pero sinceras, honestas. A la literatura
de hoy pareciera molestarle la honestidad, y este libro le da una
patada a todo eso con seductor desparpajo: “Amo, con este amor de
puta pues lo soy/ y te llevo al infierno de la noche/ y te enfrento a
tus miedos extremos/ y pongo allí sobre tu cama tu mayor fantasía/
y te escribo un poema”, dice la voz lírica que propone la autora
en el “Poema malo”.
Los poemas que
componen “Muñeca” están atados a la intimidad, como si se
tratara de una poesía escrita dentro de los límites de la cama, con
un “tu” y un “yo” muy definidos, cercanos, enredados en la
voz poética: “El día me desnuda de vos/ y qué extraño atuendo
el cotidiano/ esperando tu seda (…) qué alivio comprobar/ que he
encontrado en tu piel/ mi mejor vestido”.
La autora maneja
una esgrima del verso que por momentos recuerda a la poesía de Julia
Prilutzky Farny (quien dijera cosas como “Cómo decir de pronto:/
tómame entre las manos,/ No me dejes caer. Te necesito:/acepta este
milagro”) con su erótica inocencia, su tristeza íntima: “y me
pesa el abrazo/ como una valija de migrañas…” dice la autora en
“Viernes”.
“Muñeca” se
presenta como un libro de poemas amorosos pero de medida frialdad,
desgarrador y mesurado al mismo tiempo, contradictoriamente bello en
un oxímoron de tibia pasionalidad, de cuidadoso desgarro: “Yo soy
culpable,/ de romper sin reparos y ex profeso/ el frágil, primoroso/
cristal de mi inocencia…”.
La urbanidad
dentro de la casa, la “putez” dulce, el verso amorosamente
asesino (“…ya no precisamos/ el cuerpo, el alma,/ ya no nos
amamos…”) hacen un celebrable debut para Marcela Matta que deja
en nuestros brazos esta muñeca como un libro-hembra bello, con una
sencillez impúdica.
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"Muñeca", de Marcela Matta. Ed. Yaugurú. 2015. |
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